A menudo nos sorprendemos con la formidable talla que alcanzan algunas de las rapaces más grandes del planeta como por ejemplo el cóndor de los Andes o nuestros más ibericos buitres leonados, quebrantahuesos, etc. Pero estos colosos aéreos se quedan pequeños comparados con algunas especies que, por desgracia, se cuentan entre las extintas. Tal es el caso del águila de Haast (Harpagornis moorei) que ostenta el récord de tamaño entre las águilas. Que no entre las rapaces puesto que existió un grupo denominado Teratornítidos aún más grandes. Entre ellos se encuentra el Argentavis magnificens, un ave de 70 kg de peso y una envergadura alar de apróximadamente 7 metros. Hablaremos de estos Teratornítidos en una próxima entrada puesto que sin duda lo merecen.
El águila de Haast era originaria de bosques frondosos de Nueva Zelanda. Los machos pesaban entre 9 y 10 kg y las hembras entre 10 y 15 kg, por tanto observamos que ya presentaban dimorfismo sexual, bien conocido y presente entre las especies actuales. Esto supone que eran entre un 30 y un 40% más pesadas que las más pesadas de las aves voladoras de hoy en día. El águila viva más grande es el pigargo o águila marina de Steller (Haliaeetus pelagicus) y es en valores redondos, la mitad de grande que el águila de Haast. Su envergadura alar era de unos 3 metros, lo cual es sorprendente porque para un ave de ese peso se esperaría una envergadura alar más grande todavía. ¿A qué se debe esto? La respuesta la encontramos en su hábitat. Estas águilas vivían en bosques muy espesos por lo que unas alas grandes les impedirían su movilidad entre el entramado arbóreo por lo que sus alas tienden a ser más pequeñas y anchas. Esto no es extraño y hoy en día también se observa en especies de hábitat típicamente boscoso o selvático como son el águila harpía (Harpia harpyja) o incluso en los azores (Accipiter gentilis) y gavilanes (Accipiter nisus).
Se alimentaba principalmente de otras aves no voladoras también gigantescas como por ejemplo, los moas (de los que hubo varias especies como Dinornis giganteus), que podían llegar a alcanzar los 200 kg. Llegados a este punto cabe preguntarnos, ¿por qué las aves eran tan grandes en Nueva Zelanda? Pues nuevamente la respuesta la vamos a encontrar en el entorno donde vivían. Nueva Zelanda quedó aislada del resto de continentes durante el Cretácico, época donde se extinguieron los dinosaurios hace ya 65 millones de años, lo cual hizo que los mamíferos, por aquel entonces un grupo retraido que comenzaría su verdadera expansión a partir de esa época, no llegara a la isla, por lo que en Nueva Zelanda no existen mamíferos nativos a excepción de un murciélago y una foca. Por contra, cuenta con alrededor de 250 especies de aves autóctonas. En un hábitat con ausencia de mamíferos, las aves evolucionaron y crecieron ocupado los nichos de los mamíferos, alcanzando tamaños sobrecogedores.
Los primeros restos del águila de Haast aparecieron en 1871 en la ciénaga de Glenmark, en la región de Canterbury, situada en la isla Sur de Nueva Zelanda en una excavación de huesos de moa. Hasta la fecha era una especie desconocida para la ciencia. El primer director del Museo de Canterbur, Julius von Haast fue quien describió la especie un año después de que se descubriera, llamándola Harpagornis moorei, en honor a George Moore, propietario del lugar donde fueron encontrados los restos.
Varias son las incorrecciones que se han cometido con esta especie pero que la ciencia ha terminado por subsanar. Hasta que no se han desarrollado las técnicas adecuadas, el estudio de los restos fósiles se hacía frecuentemente por comparación con estructuras análogas de especies más o menos similares provocando con ello númerosos errores. De esta manera, el águila de Haast inicialmente fue catalogada como un ave carroñera debido a que presenta una estructura craneal muy similar a la de los buitres. Pero nuevos estudios del Museo de Canterbury en Christchurch y de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia han demostrado que este águila estaba más que capacitada para la caza. Para ello, reexaminaron con un escáner de tomografía axial computerizada los huesos y llegaron a la conclusión de que poseían una pelvis lo suficientemente fuerte para permitir asestar golpes mortales con las garras lanzándose en picado a 80 km/h. Es por ello, que determinaron que su principal estrategia alimenticia era la caza.
Otro error cometido con el águila de Haast fue corregido mediante estudios con el ADN extraído de sus fósiles. Debido a su formidable tamaño en un principio se pensó que este águila debía estar emparentada con el águila audaz (Aquila audax) que es una de las águilas actuales más grandes de Australia y del mundo. Pero los estudios revelaron que no se trataba así y contra todo pronóstico resultó que sus parientes más cercanos eran dos pequeñas águilas del género Hieraaetus, la aguilla calzada (Hieraaetus pennatus) y el aguililla australiana (Hieraaetus morphnoides). Así, se piensa que el águila de Haast evolucionó rápidamente de un antepasado de mucho menor tamaño en el Pleistoceno (hace entre 1.8 millones de años y 700000 años que, en términos evolutivos, es un período muy corto). Se piensa que su cuerpo aumentó mucho de tamaño pero no así su cerebro, gracias a la abundancia de presas de gran tamaño y la ausencia de depredadores terrestres.
El águila de Haast se extinguió hace 500 años. ¿Qué llevó a estos animales a desaparecer? En este caso, el hombre. El ser humano se estableció en Nueza Zelanda hace 700 años y desde entonces comenzó una cacería tanto de las presas del águila de Haast, como los moas a los que también extinguió, como del propio águila. El resultado es el comentado anteriormente, su extinción hace 500 años. Al ser una fecha relativamente cercana, las historias y la rumurología entorno al emblemático ser alado todavía estan presentes y se escuchan leyendas de águilas que eran capaces de capturar niños. Algo que está demostrado que no es una idea descabellada dado el tamaño y la fuerza del ave. Los nativos llamaban "hokiei" al águila de Haast, que correspondería a un nombre onomatopéyico procedente del graznido que emitiría el águila.
Para terminar esta aproximación al águila más grande que ha poblado la Tierra, sabemos que nunca fue muy abundante y se cree que durante su máxima expansión no contaba con más de 1000 parejas nidificantes en el sur de la isla de Nueva Zelanda. Y como dato (que no he podido contrastar) se sabe que sus plumas eran de color negro, excepto las de la cabeza que eran de color rojo. Sin duda, queda mucho por descubrir sobre los antepasados de las rapaces y las especies extintas hasta la fecha. En general, la ornitofauna de tiempos pasados sigue siendo muy desconocida, pero estimulante y altamente fascinante.
Muy completo el infore sobre el águila de Haast, había visto algunas reconstrucciones hace algunos años. Una pena que se haya extinguido.
ResponderEliminarTambién mencionas al Argentavis, del que no se conoce demasiado, sus restos son escasos. Lo que impacta de ver es una silueta colgando del techo del Museo de La Plata, está a tamaño natural, ahí uno toma conciencia de la ,enorme dimensión alar de esa ave prehistórica
https://www.facebook.com/photo.php?fbid=269747439832692&set=a.126643367476434.22603.126626094144828&type=1&theater
ResponderEliminar¡Muy bueno el dibujo! Muchas gracias por enseñarlo y por pasarte por el blog.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Las aves crecieron por ausencia de mamiferos? En que les impedian si las aves tienen el cielo los mamiferos la tierra??
ResponderEliminar¡Hola Cesk3boy! Aunque las aves vuelen necesitan de la tierra para hacer nidos, cazar, etc. Si la presión por parte de los mamíferos es muy alta, las aves pueden verse desplazadas. O al revés, ya es una cuestión de quien sea mejor competidor por los recursos. Espero haber aclarado a grandes rasgos tu duda.
ResponderEliminarUn saludo.